Merkel visita Auschwitz con una donación de 60 millones de euros
En vísperas de la conmemoración del 75 aniversario de la liberación del campo de concentración en enero de 1945, la canciller alemana pretende escenificar el apoyo de su Gobierno a los judíos europeos
06/12/2019
Antes de partir hacia el campo de concentración nazi de Auschwitz, Angela Merkel se reunió este jueves con los presidentes de los Bundesländer y acordaron una donación del Estado alemán al monumento a las víctimas del nazismo de 60 millones de euros. Con esta, su primera visita al más emblemático campo de exterminio en la víspera de la conmemoración del 75 aniversario de la liberación de Auschwitz en enero de 1945, la canciller alemana pretende además escenificar el apoyo de su Gobierno a los judíos europeos, en un momento en que las muestras de antisemitismo y los actos violentos contra judíos proliferan en el viejo continente, y distanciarse claramente del partido de extrema derecha alemán AfD, con representación desde hace dos años en el Bundestag y que aboga por el fin de la cultura del arrepentimiento. Algunos de sus miembros minimizan o relativizan los crímenes nazis y Merkel desea que desde su propio partido se visualice la inconveniencia de caer en la tentación de pactos de gobierno con ellos, como proponen algunos líderes regionales.
Esta visita es «una señal particularmente importante de interés y de solidaridad en estos tiempos en los que supervivientes de Auschwitz son víctimas de insultos antisemitas y de e-mails de odio», ha celebrado el vicepresidente ejecutivo del Comité Internacional de Auschwitz, Christoph Heubner, «ahora que muchos de slos supervivientes van dejándonos, este tipo de apoyos son más necesarios que nunca».
Angela Merkel, que viaja invitada por la Fundación Auschwitz, estará acompañada principalmente por su homólogo polaco, Mateusz Morawiecki, además de un superviviente del campo y de representantes de la comunidad judía. La canciller cruzará la puerta de entrada coronada con el siniestro lema de los nazis «Arbeit macht frei» («El trabajo hace libre») y guardará un minuto de silencio delante del Muro de la Muerte, donde fueron fusilados miles de detenidos. Después pronunciará un discurso en el que insistirá en que el recuerdo de la shoá forma parte de la identidad alemana de posguerra y en el que advertirá que el Gobierno alemán observa con preocupación una clara multiplicación de actos antisemitas.
El más fresco en la mente de todos los alemanes fue el que tuvo lugar el pasado mes de octubre, cuando un atentado frustrado contra una sinagoga de Halle dejó dos víctimas mortales y conmocionó al país. Su autor confeso fue un joven adepto a las tesis negacionistas.
Merkel, será la tercera dirigente de un gobierno alemán en visitar Auschwitz. Helmut Schmidt fue el primero en hacerlo más de 22 años después de que el Ejército Rojo liberara el campo el 27 de enero de 1945. Helmut Kohl lo hizo después en dos ocasiones (1989 y 1995). En 14 años en el poder, la canciller ha multiplicado los gestos simbólicos hacia las víctimas del Holocausto, visitando sucesivamente los campos de Ravensbrück, Dachau y Buchenwald.
La «vergüenza» que mancha a los alemanes
También ha acudido cinco veces al Monumento del Holocausto de Yad Vashem en Jerusalén y en marzo de 2008 realizó un acto histórico al ser la primera jefa de gobierno alemán que pronunciaba un discurso en la Knesset, el parlamento israelí. Durante esta intervención, que comenzó en hebreo, reiteró «la vergüenza» que mancha a los alemanes. Las no siempre fluidas relaciones con el gobierno polaco, sin embargo, la habían mantenido hasta ahora sin pisar Asuchwitz,el mayor centro de asesinatos sistemáticos creado por los nazis alemanes durante la Segunda Guerra Mundial.
Se desconoce con certeza el número exacto de víctimas, si bien los historiadores estiman en 1.100.000 los hombres, mujeres y niños que murieron en el campo entre 1940 y 1945, un millón de los cuales eran judíos. Las otras víctimas fueron sobre todo polacos no judíos, gitanos y prisioneros soviéticos. El 27 de enero de 1945, 7.500 prisioneros que quedaban todavía en el campo fueron liberados por el Ejército Rojo.
Antes de escapar, los nazis se encargaron de destruir su siniestra fábrica y varios edificios de ese complejo de 42 kilómetros cuadrados construido por los propios prisioneros. Desde 1947 este lugar, símbolo de la máxima barbarie humana, está clasificado como monumento nacional polaco, alberga el museo «Auschwitz-Birkenau», gestionado por un comité internacional, y en 1979 fue inscrito en la Lista del Patrimonio Mundial de la Unesco.
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